jueves, 12 de abril de 2018

El cura Aliso




El padre Ezequiel Aliso no goza de mis simpatías. Como todos los personajes creados a golpe de inspiración, y que salen a la luz en momentos de especial entusiasmo, son seres artificiales, no existen en la realidad. Pero a nadie se le escapa que cuando uno se apodera de la voluntad creativa, sus productos no salen de la nada, troquela sus criaturas a partir de rasgos de algunos modelos con los que se ha topado en la realidad. Y esos modelos están en el trasfondo de los trazos que te sirven para crear sus perfiles. Ezequiel Aliso me recuerda demasiado al modelo, aunque sea una caricatura del mismo al que he magnificado sus rasgos más repugnantes. Pero tampoco es de recibo tener con él la compostura de arrinconarlo en el olvido. Sí, es verdad que es un indeseable que utiliza las más endiabladas tretas (aparentando como aparenta ser un hombre de Dios, sus comportamientos son todavía más aviesos) para conseguir sus fines más deleznables, bien sea para lucrarse a través de operaciones delincuentes, manejar triquiñuelas chantajistas para lograr sus fines o refocilarse a su antojo en sus placenteros envites con mujeres (o menores) de quien se aprovecha por su situación vulnerable. Todas las conductas exentas de catadura moral. Pero hay que rescatarlo para que ofrezca su rostro al juicio del lector. 

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